Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Cuando hablamos con nosotros mismos elegimos unas palabras determinadas y no otras, y nos decimos una serie de cosas concretas. En este caso, no solemos reconocer la importancia de las palabras y el efecto que su uso puede generar en nosotros.
Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.
Es vital que usemos nuestras palabras con responsabilidad y sabiduría. Debemos ser conscientes de cómo nuestras palabras pueden reflejar nuestro testimonio como seguidores de Cristo.
Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
Nuestras palabras pueden tener consecuencias tanto positivas como negativas en nuestras vidas y en la vida de los demás.
La Biblia nos anima a ser generosos con nuestras palabras y a usarlas para edificar y fortalecer a los demás. En Colosenses four:six, se nos insta a «hablar siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno».
El poder de la palabra se refleja en todas las áreas de nuestra vida. Lo que decimos puede tener un impacto profundo en nuestras relaciones, en nuestro trabajo y en nuestra salud emocional. Nuestras palabras tienen la capacidad de cambiar la dirección de nuestra vida y la vida de los demás.
Vamos a ver cómo se puede utilizar el poder de la palabra para que se ponga de nuestro lado, para hacer daño o simplemente conseguir algo de nuestro interlocutor, aunque sea hacerle feliz.
En la Biblia, también encontramos el poder transformador de la palabra de Dios. Hebreos 4:twelve nos dice: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón».
Cuando hablamos de lo que somos o planteamos afirmaciones absolutistas como “nunca” o “siempre”, hacemos referencia a un producto acabado y, siendo consciente o no, estamos predisponiendo a nuestra mente para continuar actuando de la misma manera.
Debemos ser conscientes de cómo hablamos y qué palabras elegimos, recordando siempre el poder transformador de la palabra de Dios. Así, podemos utilizar nuestras palabras para poder de la palabra bien y glorificar a Dios en todo lo que decimos.
«Es la repetición de afirmaciones lo que lleva a la creencia. Y una vez que esa creencia se convierte en una profunda convicción, las cosas comienzan a suceder».
¿Qué sería del amor sin la palabra? ¿Hay algo más bello que decirle a la persona a la que quieres todo cuanto sientes por ella, y que sepa lo mucho que significa en tu vida?